Dicen que aburrirse o tener tiempo libre puede ser el
comienzo para crear. Hoy es de esos días de vacaciones que he parado, sin más,
y me he preguntado cómo estará el mundo.
El Open Arms en el punto de mira (el día menos pensado me
independizo de Europa porque cada vez me da más vergüenza pertenecer a tal continente).
Y ¿qué será de Venezuela? ¿Y de Grecia? Todo sigue igual o peor. ¿Qué pasó con
el City Plaza, hotel ocupa que fue el hogar temporal de cientos de refugiados y donde pude
estar y cantar con los niños? Hace poco han sido entregadas las llaves del hotel a los dueños y los refugiados han sido acomodados en lugares seguros. De
los que no sé nada es de los de Termópilas. De los rohingyas hace mucho que no
hablan; los quieren llevar a vivir a una isla de fango.
Hace algo más de una semana en Segovia estábamos con el alma encogida
por la impotencia de ver cómo el fuego se comía nuestra querida montaña y hoy
me escuece el tomar conciencia de lo mal que va el mundo. Me aterran los mandatarios y sus medidas antipersona.
Y la verdad es que la vida es bella, sobre todo para los que
podemos decidir qué hacer en el estío. Yo sé que tengo alas a pesar de mi relativa libertad, como la de
cualquier ser humano. Libre para atarme.
Y así, atada pero libre, he podido volar en esta ocasión a
Brasil, donde pasé casi todo el mes de julio. Por una parte he disfrutado de la
estupenda familia que tengo allí y he conocido Río de Janeiro, muy
recomendable. Disfrutar es una fortuna y es bueno aprovecharlo y compartirlo
cuando se tiene la oportunidad y en Brasil basta mirar un árbol para estar
boquiabierta por su inmensidad.
También he aprovechado para hacer voluntariado, que es para mí la mejor escuela de verano. Ha sido poco tiempo, pero me ha dado tiempo
a conocer el “Proyecto Social Vida y Esperanza”. En la joven ciudad de
Imperatriz (167 años), bañada por el larguísimo río Tocantins, las religiosas teresitanas promueven esa acción en un barrio de la
periferia además de otras acciones pastorales y sociales.
Una de las cosas que más me gustan es que viven en medio de
la gente, de los últimos. En el proyecto se da apoyo escolar y una merienda a 100 niños de la zona, la mayoría marcados por duras historias familiares como padres en
la cárcel o víctimas de la drogadicción o el alcochol, desestructuración familiar, progenitores que no
cuidan de sus hijos y tienen que ser atendidos por sus abuelos, o incluso el
caso de una familia venezolana que huyó de la penuria que azota el país y llegó
sin nada.
Cuando les ves jugar y reír en el proyecto limpios, con miradas cautivadoras, sonrisas contagiosas y ganas
pasarlo bien, cuesta imaginar lo que hay detrás de cada uno de ellos.
Pude entrar en algunas de sus casas y se me caía el alma a
los pies al ver la suciedad, las puertas y persianas de hierro, los muros en
muchos casos sin pintar, a ladrillo descubierto y la trágica historia que vive cada familia.
Las religiosas y las dos monitoras que tienen contratadas
hacen que sus días sean más felices, que disfruten de su infancia, tal vez que
olviden por un momento la dura realidad que les envuelve, y les ayudan a tener
un futuro. Un día paseando por el barrio nos encontramos con un joven que
trabaja en una óptica y ha formado una familia. Seguramente eso se deba gracias a la labor de las
hermanas dado que la situación social y familiar no auguran un buen futuro para
ellos.
Cuando me despedí de Imperatriz me llevaba mucha gente en el
corazón. Niños, jóvenes, adultos y algún anciano con los que compartí
conversaciones (gracias a la facilidad de entender el portugués y a la inversa
cuando se habla lento), abrazos, juegos, miradas, gestos, detalles de acogida
que me hicieron sentir como en casa los pocos días que estuve allí.
Un día salimos de excursión al parque de la ribera del río Tocantins; fue una gozada. Debajo, las cometas, una de las grandes diversiones para los niños, enganchadas a los cables de la luz. |
Acogida, Europa, acogida… Y así es como hoy, leyendo que "los altos mandatarios de nuestro país descansan en tan hermosas residencias palaciegas mientras la policía del país vecino se encarga de hacerles el juego sucio moliendo a palos o deportando al desierto a los migrantes que se acercan a las fronteras que limitan con el norte rico y acomodado", me dedico a compartir me decido a compartir hoy letras, reflexiones y experiencias.
Porque la vida es bella, el mundo es maravilloso, pero a la
vez hay quien vive las consecuencias de nuestro estilo de vida y hay quienes se
dejan la piel por los demás. Por gente como ellos es por lo que el mundo es
cada día un poco más bonito. Y tú, ¿haces que este mundo sea más bello?
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