lunes, 29 de agosto de 2016

NOVEDAD CONSTANTE. OINOFYTA


Foto de https://www.gofundme.com/226yb8c

Nos hablaron de un campamento que estaba de camino a Atenas, a 50 kilómetros. Aprovechamos que nos pillaba de paso para hacer una parada. En seguida vislumbramos un vieja fábrica y muchas tiendas de campaña. Al pasar preguntamos por los voluntarios pero, al ser domingo por la tarde, no estaban. 


Nos atendió un joven refugiado afgano que a su vez colabora como voluntario. Nos llevó a su hogar que estaba en la fábrica, en una de las numerosas dependencias sin puerta (con una cortina en su lugar) y con unos muros que al no llegar al techo dejaban pasar la luz y el ruido. Sin embargo tenían el suelo de la habitación cubierto de mantas y juguetes que daban un aspecto armonioso. Un bebé de unos dos años dormía y otra de un año jugaba y captaba nuestra atención. Nos sentamos en el suelo del improvisado hogar y su mujer, también joven y de gran belleza, sacó vasos y una botella de agua fresca; poco después nos enteramos de que nos ofrecieron lo poco que tenían, un tesoro en ese lugar. En ese campo, en el que viven 700 personas, tienen problemas con el agua y no hay suficiente. No entendemos por qué en Termópilas, donde hay agua corriente potable y fresca, se suministran botellas de agua y en este otro que escasea no se distribuye agua con la frecuencia necesaria.

Después el mismo Abdu nos enseñó el lugar. Me llamó la atención ver a los niños jugando en una zanja; en medio de ese lugar y a pesar de todo, siguen siendo niños y ejerciendo su capacidad y derecho a jugar. Llegamos a la escuela que ha sido construida por AramandoAid, una ONG de Reino Unido. Las instalaciones eran muy bonitas con diferentes y pequeñas clases decoradas y coloridas. Había incluso una guardería para los bebés y una habitación para las mamás que acaban de dar a luz. Se acercó un profesor, un refugiado que cuando vivía en su ciudad se dedicaba a la docencia, y nos enseñó el huerto escolar. Me maravilla que en ese entorno tan desfavorecedor apuesten por la educación, bienestar y formación de los más pequeños. He ahí una preciosa y valiosa semilla en medio de un terreno árido.

Seguimos caminando y conociendo el lugar. Había contenedores que rebosaban basura; puedes imaginarte la suciedad y el mal olor que desprendían. Nos contaron que solo lo recogen dos veces por semana. También nos enseñaron una cocina donde se veían a las mujeres muy activas. En ese campo también suministra la comida el gobierno y es igual de mala. Ante eso es mejor tener una alternativa. 

Nos despedimos de nuestro anfitrión con mucho agradecimiento. Caía la tarde y ante una tienda de campaña un hombre discapacitado tocaba con arte la darbuka. De esta forma nos despedíamos de Oinofyta, el campamento donde faltaba algo tan básico como el agua que apostaba por algo tan primordial como la educación.

Foto de https://twitter.com/hashtag/oinofyta

martes, 9 de agosto de 2016

LA LLEGADA. TERMÓPILAS



Termópilas, pequeña localidad griega famosa por una batalla, está en un entorno privilegiado donde la frondosa montaña y el mar casi se dan la mano. Además, haciendo alusión al nombre, hay cerca, detrás de una gasolinera abandonada, unas termas. En seguida se vislumbra la cascada que por el azufre desprende un constante y desgradable olor a huevo cocido y/o podrido. También son incómodos los numerosos y rebeldes mosquitos.

Es ahí donde comienza lo que fue un antiguo hotel y son esas instalaciones las que dan cobijo a 500 refugiados sirios y kurdos. Hace unos meses les metieron en un autobús y les dijeron que les llevarían cerca de Antenas. Su decepción fue muy grande cuando se vieron a más de 200 kilómetros y a 40 del hospital más cercano.

Ciertamente cuando uno oye ''campo de refugiados'' se imagina gente viviendo en tiendas de campaña y condiciones nefastas. Allí  los refugiados se albergan en los dos edificios del hotel y, aunque son antiguos, las condiciones en las que están no son excelentes pero tampoco las peores.

El día que llegamos nos dijeron que la gente estaba desanimada porque un día antes les habían dicho que tendrían que seguir ahí dos años más. Piensa que están ahí retenidos, como en una cárcel, que no pueden salir de Grecia.

¡Qué gente tan amable! A cada paso sonrisas, saludos calurosos... Al día siguiente de llegar invitaron a Mamen y a María José a comer. A ellos les proporciona el gobierno una comida de cátering que deja mucho que desear y los que tienen algo de dinero porque tengan algo de trabajo o por lo que sea suelen hacerse algo más comible. No tardé en sacar la guitarra. Se despertaron muchas sonrisas y los niños se acercaban a rasgar las cuerdas. Un niño estaba especialmente interesado en aprender. Entendí que en Idomeni  alguien le dio alguna clase o pasó tocando la guitarra y le cautivó. Me invitó a subir a su habitación; esa habitación es el hogar de una familia con tres hijos. Mohamed tenía mucho empeño e ilusión por aprender. Después llegó su madre, una mujer fuerte con un rostro muy dulce. Me invitó a café y a fruta, atendía a las clases... Llegó también una hija y su amiga; ella ponía canciones en el móvil y me pedía que las tocara. En otra visita me contaron que el padre y el hijo están en el hospital de Lamia porque el hijo lleva 15 días con fiebre.

Hay que tener en cuenta que, aunque tienen las necesidades básicas cubiertas, detrás de cada rostro hay una historia de terror, de huida, de tristeza... Solo ellos saben la historia desagradable que han vivido. Yo a veces les miraba y lo pensaba. Son gente como tú y como yo. Muchos tienen estudios superiores y tenían su trabajo y su vida normal hasta que la guerra lo cambió todo. Una joven contaba que ella pasó de quedar para tomar café en el Starbucks a vivir en un campo de refugiados. Una noche se sentó con nosotras una mujer y empezó a llorar. En su día la obligaron a ver cómo torturaban a su gente. Sus lágrimas me traspasaron.

Yo suelo dar de lo que me sobra. Ellos entregan lo poco que tienen, lo único que les queda. Algunos creen que podrán seguir su camino a Alemania,Holanda, etc. La realidad es que es muy complicado. Otros han empezado a poner a disposición de los demás sus capacidades y dan clase a los niños por la mañana. Uno ha hecho un improvisado puesto para vender comida.

Tras estar unos días en Termópilas nos fuimos a Antenas a conocer otras realidades pero ahora llevo en la mochila y en el corazón sus enseñanzas, sus rostros, miradas, historias...

jueves, 4 de agosto de 2016

HACIENDO CAMINO. EL PRIMER ENCUENTRO



Todo comenzó en Madrid, donde nos encontramos Ana, María José, Mamen y yo. Ana sólo me conocía a mí, nos habíamos visto un par de días, pero en seguida, por su carácter afable y su forma de ser parecía que todas nos conocíamos siempre.

Al principio era para todas un sueño que se hacía realidad. A día de hoy es una realidad que nos hace seguir soñando y aprendiendo. Viajar por Europa en una autocaravana de 30 años a 90 km por hors es posible. A veces es divertido, otras una aventura, en ocasiones hay dificultades, siempre es todo nuevo y lo vivimos como un regalo. Además, como dice Ana, ''todos nos volvemos expertos en un viaje tan largo''. Divertido es sacar las sillas, la mesa y la guitarra en un área de servicio y comer, tomar té o café y montar nuestro particular concierto. Cada noche es una aventura decidir dónde vamos a parar a dormir: ¿habrá duchas en la próxima área de servicio? Es difícil aparcar en Francia, sacar la caravana de un atasco, calcular tiempos... Menos mal que a cada esquina salía un ángel a ayudarnos.

Lleida, Gerona, Leucate, Nimes, Avignon, Marsella, Verona, Venecia, Liubliana, Zagreb, Belgrado... Nos hemos preguntado entre nosotras con qué nos quedamos y destacamos llegar a Avignon y encontrar una ciudad encantada por el festival de teatro, las calles empapeladas como jamás habíamos visto con carteles de las innumerables funciones, actores y actrices por las calles repartiendo octavillas haciendo propaganda de sus obras, músicos... Era como estar en una auténtica película.

En Verona saludamos a Esperanza, una amiga de Ana, misionera comboniana y autora del libro Confieso que he amado y me he dejado amar, que por la esclerosis múltiple estaba en silla de ruedas. Esperanza hace alarde de su nombre y a su vez transmite paz y sabiduría. Ella y las religiosas con las que comimos en la residencia de las combonianas se han dado y desgastado de lleno en la misión: Uganda, Kenia, Brasil...

En Venecia decidimos cambiar de rumbo y en vez de ir a Bari y de ahí en ferry a Grecia, continuamos por Eslovenia, Croacia, etc. Un gran acierto. Liubliana es una ciudad muy agradable con una exquisita comida típica. En Zagreb estuvimos con Zrinka, a la que conocí hace 3 años en Taizé y no había vuelto a ver. Nos trató como una amiga y hermana, nos llevó por rincones con mucho encanto, nos contó su experiencia en el conflicto de Yugoslavia... ¡Mil gracias Zrinka!

El martes entrada la noche llegamos a Belgrado y de forma fortuita aparcamos cerca de un parque con gente haciendo vida en la calle. Nos acercamos y vimos un camión de Médicos Sin Fronteras con
cuyos voluntarios hablamos y nos aclararon que eran refugiados que estaban ahí de paso. Ahí, en un parque en el que había alambreras para que no invadieran el jardín y pudieran pasear tranquilos los perros con sus dueños. Les llevamos ropa y algún juguete que teníamos en la autocaravana, se acercaron y empezamos a hablar con ellos. La mayoría eran hombres afganos. También había algunas familias. En la primera conversación y primer cruce de miradas se me saltaban las lágrimas a la vez que les contaba nuestro cometido de llegar a Grecia. Mamen tuvo una buena idea: repartió unos cigarrillos y brotaron sonrisas y conversaciones. Yo hablé con Kurran, afgano de 22 años:

''Mis padres murieron en un ataque. Mi hermano pequeño está en Holanda y quiero encontrarme con él. He ido de Afganistán a Irán, de ahí a Turquía. En Turquía trabajé para conseguir dinero y seguir por Bulgaria hasta llegar aquí. Yo quiero llegar a Holanda para reunirme con mi hermano''.

Los voluntarios de MSF nos explicaron que al llegar a Turquía no les dejan pasar. Incluso están orgullosos de ello. Ahora que hemos cruzado sin problema tantas fronteras no etendemos por qué ellos tienen tantas dificultades, por qué tienen que hacer miles de kilómetros con lo puesto, huyendo de la guerra y de la muerte y se encuentran con barreras cerradas.

Dimos una vuelta alrededor del minúsculo parque, que con la típica valla naranja parecía que estaba en obras. Ya era tarde. Algunos estaban comiendo un bocadillo. Otros, acostados en su saco sobre la hierba, intentaban dormir y respondían a nuestro saludo con las manos alzadas y una gran sonrisa. Era el primer encuentro con la realidad a la que nos dirigíamos.

Termino de narrar ésta crónica en Macedonia, a punto de cruzar la frontera con Grecia y a 360 km de nuestro ansiado destino. Han sido 10 días, más de 3000 km y, sin contar el origen y el destino, 7 países atravesados. En unas horas llegaremos a Termópilas y nuestro sueño de darnos y  encontrarnos con nuestros hermanos refugiados (porque somos hijos del mismo Padre o si no lo ves así de la misma Tierra) se materializará.Gracias a todos los que de una u otra manera estáis haciendo este viaje con nosotras.

Seguimos encontrándonos.