jueves, 4 de agosto de 2016

HACIENDO CAMINO. EL PRIMER ENCUENTRO



Todo comenzó en Madrid, donde nos encontramos Ana, María José, Mamen y yo. Ana sólo me conocía a mí, nos habíamos visto un par de días, pero en seguida, por su carácter afable y su forma de ser parecía que todas nos conocíamos siempre.

Al principio era para todas un sueño que se hacía realidad. A día de hoy es una realidad que nos hace seguir soñando y aprendiendo. Viajar por Europa en una autocaravana de 30 años a 90 km por hors es posible. A veces es divertido, otras una aventura, en ocasiones hay dificultades, siempre es todo nuevo y lo vivimos como un regalo. Además, como dice Ana, ''todos nos volvemos expertos en un viaje tan largo''. Divertido es sacar las sillas, la mesa y la guitarra en un área de servicio y comer, tomar té o café y montar nuestro particular concierto. Cada noche es una aventura decidir dónde vamos a parar a dormir: ¿habrá duchas en la próxima área de servicio? Es difícil aparcar en Francia, sacar la caravana de un atasco, calcular tiempos... Menos mal que a cada esquina salía un ángel a ayudarnos.

Lleida, Gerona, Leucate, Nimes, Avignon, Marsella, Verona, Venecia, Liubliana, Zagreb, Belgrado... Nos hemos preguntado entre nosotras con qué nos quedamos y destacamos llegar a Avignon y encontrar una ciudad encantada por el festival de teatro, las calles empapeladas como jamás habíamos visto con carteles de las innumerables funciones, actores y actrices por las calles repartiendo octavillas haciendo propaganda de sus obras, músicos... Era como estar en una auténtica película.

En Verona saludamos a Esperanza, una amiga de Ana, misionera comboniana y autora del libro Confieso que he amado y me he dejado amar, que por la esclerosis múltiple estaba en silla de ruedas. Esperanza hace alarde de su nombre y a su vez transmite paz y sabiduría. Ella y las religiosas con las que comimos en la residencia de las combonianas se han dado y desgastado de lleno en la misión: Uganda, Kenia, Brasil...

En Venecia decidimos cambiar de rumbo y en vez de ir a Bari y de ahí en ferry a Grecia, continuamos por Eslovenia, Croacia, etc. Un gran acierto. Liubliana es una ciudad muy agradable con una exquisita comida típica. En Zagreb estuvimos con Zrinka, a la que conocí hace 3 años en Taizé y no había vuelto a ver. Nos trató como una amiga y hermana, nos llevó por rincones con mucho encanto, nos contó su experiencia en el conflicto de Yugoslavia... ¡Mil gracias Zrinka!

El martes entrada la noche llegamos a Belgrado y de forma fortuita aparcamos cerca de un parque con gente haciendo vida en la calle. Nos acercamos y vimos un camión de Médicos Sin Fronteras con
cuyos voluntarios hablamos y nos aclararon que eran refugiados que estaban ahí de paso. Ahí, en un parque en el que había alambreras para que no invadieran el jardín y pudieran pasear tranquilos los perros con sus dueños. Les llevamos ropa y algún juguete que teníamos en la autocaravana, se acercaron y empezamos a hablar con ellos. La mayoría eran hombres afganos. También había algunas familias. En la primera conversación y primer cruce de miradas se me saltaban las lágrimas a la vez que les contaba nuestro cometido de llegar a Grecia. Mamen tuvo una buena idea: repartió unos cigarrillos y brotaron sonrisas y conversaciones. Yo hablé con Kurran, afgano de 22 años:

''Mis padres murieron en un ataque. Mi hermano pequeño está en Holanda y quiero encontrarme con él. He ido de Afganistán a Irán, de ahí a Turquía. En Turquía trabajé para conseguir dinero y seguir por Bulgaria hasta llegar aquí. Yo quiero llegar a Holanda para reunirme con mi hermano''.

Los voluntarios de MSF nos explicaron que al llegar a Turquía no les dejan pasar. Incluso están orgullosos de ello. Ahora que hemos cruzado sin problema tantas fronteras no etendemos por qué ellos tienen tantas dificultades, por qué tienen que hacer miles de kilómetros con lo puesto, huyendo de la guerra y de la muerte y se encuentran con barreras cerradas.

Dimos una vuelta alrededor del minúsculo parque, que con la típica valla naranja parecía que estaba en obras. Ya era tarde. Algunos estaban comiendo un bocadillo. Otros, acostados en su saco sobre la hierba, intentaban dormir y respondían a nuestro saludo con las manos alzadas y una gran sonrisa. Era el primer encuentro con la realidad a la que nos dirigíamos.

Termino de narrar ésta crónica en Macedonia, a punto de cruzar la frontera con Grecia y a 360 km de nuestro ansiado destino. Han sido 10 días, más de 3000 km y, sin contar el origen y el destino, 7 países atravesados. En unas horas llegaremos a Termópilas y nuestro sueño de darnos y  encontrarnos con nuestros hermanos refugiados (porque somos hijos del mismo Padre o si no lo ves así de la misma Tierra) se materializará.Gracias a todos los que de una u otra manera estáis haciendo este viaje con nosotras.

Seguimos encontrándonos.








2 comentarios:

Cristina dijo...

Hermosa crónica, Pili, un abrazo con todo el corazón a todas. Gracias por compartirla.

Unknown dijo...

Que peazo aventura,en esa caravana "biotropica"o "caravananatural"jeje..gracias por tu compartir,me parece super bonito lo que estais viviendo.Sigue contandonos...
Me encanta el fondo de este blog,como de retales de colores,como en realidad es la vida de diferentes colores...un besito.