Anoche cuando me enteré de que mis dos reinas moras (dos hermanas morenitas con mucha alegría y carácter) tenían audiencia y había posibilidades de que no volvieran al hogar, me entristecí. Me dolió la justicia injusta, no entendía por qué estos niños que aquí tienen la posibilidad de recibir cariño y todo lo que los “Derechos de los Niños” dictan, de un día para otro corrían el riesgo de volver con sus familias. Puede sonar raro eso de que volver con la familia sea un riesgo, pero es que verdaderamente lo es. Si estos niños han llegado aquí con una gran desnutrición cuyas consecuencias cargan y cargarán, si han llegado muchos sin haber asistido a la escuela (hablamos de niños de hasta 12 años), si muchos han sido abandonados… ¿Cómo van a estar mejor que aquí con aquellos que les hicieron lo citado? No entiendo que los niños estén a merced del antojo de sus familias.
Pero no me quedó más remedio que aceptar la posibilidad de no volver a jugar con ellas, de no volver a enseñarles canciones, a comérmelas a besos, a hacerlas trencitas, fotos… Anoche me despedí de ellas sin decirlas “adiós”. Acurruqué a la pequeña en mis brazos y la balanceé hasta que se durmió. Traté de dejarla en la cuna, volvió a llorar, volví a tenerla en brazos y dormida la acosté en su lecho.
El día ha sido bonito. Me doy cuenta de la generosidad de la gente. Aunque no lo creáis el mundo no va a peor, sino a mejor. Porque en silencio, mientras nos bombardean de malas noticias, la generosidad florece y da su fruto. Si no fuera por la solidaridad, este hogar no se podría mantener. Decidme, ¿de dónde podrían sacar las hermanas el dinero para pagar comida, ropa, material escolar, médico y medicinas, la gasolina para el carro, para pagar a los empleados que aquí trabajan?
La generosidad florece. Hoy llegó al hogar una pareja de estadounidenses que además de regalar su tiempo, han regalado a los niños juguetes, ropa, material escolar… Cuando veía a esa gran mujerona recibiendo el abrazo de los niños, pude percibir la satisfacción que ella estaba sintiendo.
La generosidad… Un buen amigo de las hermanas ha movilizado a la gente de Puerto Barrios y gracias a cientos de granitos de arena han traído una gran cantidad de leche en polvo para alimentar a los más pequeños. Gracias a ellos esta tarde pude dar la pacha (el biberón) a mi pequeño Alan. Gracias a ellos ese niño dejó de llorar porque tenía alimento.
Y un final más feliz todavía. Regresaron al hogar las morenitas de la casa. La justicia fue justa. No podéis imaginaros la alegría que nos ha dado volver a verlas, volver a abrazarlas...
Y recuerda, en medio de este mundo que solo habla de lo malo, hay muchas semillas de solidaridad.
P.D. Si puedo, otro día subo fotos que acompañen al texto, que ahora mismo Internet va lento.