martes, 4 de septiembre de 2018

INDIA: CUANDO SE APUESTA POR LA EDUCACIÓN






Desde que nacemos, los seres humanos realizamos una función básica y aunque se asocia a lo soez, me atrevo a decir que es mágica, sí, esa que consiste en eliminar cada día (¡y ay si no es a diario!) todo lo que el cuerpo no necesita o no puede aprovechar, todo lo no que sirve, lo que no aporta energía a nuestro cuerpo. 

Pues bien, no entiendo por qué nos pasa a muchos que no somos capaces de hacer lo mismo cada noche con todo lo que ha pasado por nuestros sentidos y ha llegado a la mente y al corazón. Qué bueno sería cada noche sentar al cerebro en una letrina adaptada para eliminar todo aquello que lo único que hace es deteriorarnos por dentro, impedirnos ser felices… Si fuéramos capaces de hacer con la mente como con el cuerpo, guardar solo lo que nos hace crecer y tener energía, nos levantaríamos cada día con más alegría. 

También quiero yo guardar todo lo bello de 25 días, 8 en Nepal y el resto en la India. También me gustaría ser para quien lee la vista, el tacto, el gusto, el olfato, el oído… Sí, poder mostrarlo todo para que cada uno guarde solo lo que le haga crecer. 

Este año no he pedido colaboración como otras veces (sabiendo que hay gente con un corazón grande, mucha generosidad y disposición para llenar las maletas de esperanza) porque solo he llevado una mochila y porque no sabía bien dónde iba ni qué necesidades había; sólo unos caramelos y unas cámaras de juguete se colaron en el macuto con el fin de provocar sonrisas.

India… ¿Quién no ha oído hablar de ella? A mí llevaba tiempo picándome la curiosidad y últimamente se hacía eco en gente, situaciones…

Tras llegar a Delhi, fuimos al metro para dirigirnos a la estación de tren. Hasta ahí parecía que estábamos en otro país por las instalaciones tan modernas, limpias y cuidadas. Fue al salir a la calle cuando me di cuenta de que estaba en la India. Seguidamente nos esperaba un viaje en tren de 17 horas con cama y aire acondicionado que tampoco tenía nada que envidiar de un tren en España. 

Próxima estación: Ranchi, una gran ciudad situada en el nordeste de India. Allí, y en más ciudades de India, los hermanos Marianistas tienen un programa llamado REDS (Ragpickers Education and Development Scheme) mediante el cual forman a niños traperos para que puedan entrar en el colegio, y a los que están escolarizados les dan clases de apoyo. Cabe decir que también les dan de comer, lo que garantiza al menos una comida saludable al día. En una mañana visitamos 3 centros donde profesores y voluntarios llevan a cabo la formación de los niños.

Grupos de niños de diferentes edades, sentados en el suelo (como es propio en India), una pizarra de fondo, profesores y voluntarios acogedores… Llegamos, se levantan y a la orden del profesor nos reciben de la mejor manera que puede y sabe hacer un indio: cantando a pleno pulmón “hearty welcome” (cordial bienvenida), lavándonos las manos y dándonos flores. En el primero de los centros la emoción rebosaba por dentro, pues pensaba ¿quién soy yo para recibir esa calurosa acogida? Yo, que estoy de paso, que poco puedo hacer y puedo dar…

Siempre tuve claro en mis viajes que cuando uno va a hacer un voluntariado no va a salvar el mundo, sino a devolver lo que la vida de ha dado, a aprender, a crecer, a conocer lugares y gente… Esta vez llegué con caramelos en la mano y salí con una rosa y miradas, sonrisas, choques de mano y cariño… Fueron ellos mis Reyes Magos. 

Y no venían de oriente… Después de verlos a ellos, lo siguiente era descubrir sus casas de plástico (adobe y madera en caso de los más afortunados), las calles donde juegan con barro y suciedad imperantes. Ellos sí que son magos, magos capaces de transformar la miseria en acogida calurosa. Yo, que vivo en un país donde el odio, el racismo y las fronteras crecen por momentos.

Además de los centros de REDS visitamos varias escuelas en Ranchi y Singhpur (un pueblo no muy lejano) donde los niños acuden cada mañana ataviados con su impecable uniforme: pantalones, faldas, camisas, corbatas, trenzas… Es maravilloso ver a los niños en el patio del colegio haciendo aquello que todo niño debería realizar a diario: jugar. Creo en la educación como vía principal para el desarrollo, para ser personas, incluso para volar. Es por eso que doy gracias a Dios por los y las Marianistas que apuestan por la enseñanza y la educación en un país donde los más desafortunados pasan su infancia mendigando.