Cuando se visita por tercera vez un país en el que los recuerdos y las sensaciones anteriores han sido buenas y en el que se ha conocido a gente encantadora y admirable, una tiene la sensación de volver a casa (independientemente de que se hable el mismo idioma, de que sea la misma cultura, de la distancia, del desarrollo, etc.).
El “caos armonizado” de las calles de Dakar (aquí te puedes hacer una idea http://pipilipopotamo.blogspot.com.es/2013/09/un-paseo-por-dakar.html) se convierte en un oasis de paz tras cruzar el umbral de la Pouponniere. Los edificios que lo conforman, que con el paso del tiempo van a mejor por dentro y por fuera; los jardines y la limpieza; la gente que ahí vive, trabaja o está de paso; la calma y, por supuesto, los 80 bebés que crecen sanos y felices durante su primer año de vida tras haber perdido a su madre nada más nacer en la mayoría de los casos.
Las dos veces anteriores estuve en la planta de los recién nacidos donde su fragilidad provoca ternura a raudales. Sin embrago este año he estado con los mayores y ha sido estupendo. Unos 35 bebés de piel morena, ojos negros y brillantes, con gran lustre, que gatean y dan sus primeros pasos, sonríen sin límites, que reclaman cariño, atención, que juegan e interactúan con los adultos o con sus propios compañeros. Al quitarme las chanclas para entrar en su lugar de juego y sentarme en el suelo con ellos tengo 3 o 4 a mi alrededor. Saludarlos por la mañana o a mediodía es una fiesta con carcajadas y gritos de alegría.
Saber que a mi vuelta y al regreso de los voluntarios que compartimos experiencia van a seguir atendidos por Sor Justina y las demás hermanas, los monitores y las chicas del Foyer ( http://www.dakarpouponniere.com/El-Hogar-Maria-Goretti.htm ), hace que me vaya feliz, dando gracias por saber que cuando un grupo de personas dedica toda su vida y todo su interés dedicado a los más débiles, cuando todo el dinero, el esfuerzo y la vida se vuelca en los más frágiles de la sociedad, los milagros dejan de ser misterio y forman parte de la realidad.
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Saliendo de la Pouponniere a mano izquierda se coge el autobús que por 30 céntimos te lleva al barrio del Grand Yoff. Ahí, engalanada por árboles y custodiada por varias planchadoras que con sus planchas de brasas y usando el suelo como tabla se ganan el pan de cada día, se encuentra Kër Taize, un edificio de dos pisos con un agradable patio interior y mucha magia.
Hablamos de otro de esos oasis donde, en este caso, decenas de niños, adolescentes y jóvenes pasan cada tarde jugando, cantando, riendo, aprendiendo… Podrían estar jugando en las impactantes calles de tierra, pero ellos prefieren entusiasmarse con la vitalidad del hermano Cristi y de los animadores que comenzaron a ir a Ak Benn (como también se denomina el lugar) en su infancia y hoy son adolescentes y jóvenes entusiastas y estupendos.
Es sorprendente dirigir juegos y cantos ante unos 70 niños y percibir su energía y su respeto o enseñar música a los mayores sin que se cansen de aprender. Verdaderamente es para aprender de ellos.
Kër en wolof significa casa, y la de Taizé tiene las puertas abiertas también a mujeres que van cada tarde a coser. Hacen de todo: bolsos, muñecos, baberos, colchas, ect., y lo venden en Dakar o en otras ciudades de Europa. En España se distribuye desde Barcelona. Gracias a ello y a ellos (a todos los que forman este entramado), las mujeres obtienen ingresos que en este caso son dignos y bien valorados. Aquí puedes ver el catálogo y conocer más sobre ellos http://akbenn.webs.com/quehacen.htm
Un día vi que llegar a un niño con la pierna y el brazo malamente vendados acompañado de su madre. Otro día observé algo similar; era habitual ver gente esperando a ser curada o a recibir atención sanitaria. En realidad el hospital está a unos pasos, pero muchas veces la gente no tiene dinero para pagar los medicamentos que les recetan (los sueldos allí rondan los 150 o 200 euros) y todos saben que en Kër Taizé van a ser atendidos, curados y escuchados por los hermanos.
He ahí dos rincones de esos que hacen que el mundo sea cada vez más bonito, que el amor venza a a la violencia y al miedo que nos inculcan en las pantallas.
Y si esto es emocionante, más aún es compartirlo. Mucha ropita de bebé, medicamentos infantiles y más de mil euros hacen que vosotros seáis también parte de la Pouponniere. También sois vosotros los que habéis hecho posible que material escolar variado, medicinas de niños y adultos y hasta una guitarra estén hoy en manos de los que se acercan a Kër Taizé. Gracias, miles de gracias, millones de gracias de parte de los responsables de ambos lugares y de los que ya están haciendo uso de ello.
Dicen que a la tercera va la vencida, pero en mi caso he vuelto enamorada de la gente y de la vida.