Valentina es una niña que yo creo que comenzó a vivir el día que entró en el Hogar la Asunción. Uno no siempre nace el día que una mamá da a luz, sino el día que uno empieza a ver luz.
Cuando alguien, por pequeño que sea, siente cariño, empieza a haber claridad. Por eso hay gente que incluso muere sin haber nacido: aquellos que nacieron en la miseria y buscaron el amor que solo dan las personas en cosas efímeras, degradantes.
Las religiosas del Hogar de la Asunción comenzaron a ver luz cuando su sueño de dar la vida por los más pequeños se hizo realidad, y aunque siempre crecieron entre dificultades (generalmente para hacer el bien se tiene a poner más trabas), la alegría de los niños y de ver que algo sale adelante, el buen talante y corazón de unos pocos, y la fe y la confianza en Dios, han hecho que ese lugar, esa obra, haya prosperado.
El día que alguien se llevó a Valen, el día que arrancaron a ese bebé de sus madres de forma cruel, hubo oscuridad y a la vez se hizo la luz.
Por un lado, el dolor y la angustia al no saber dónde está la bebita, si estará bien, dónde estará, por qué, el “no hay derecho”, el sabor amargo de la injusticia…
Por otro lado, la gente empieza a darse, comienza a ver y comienza a ayudar. Menos mal que a veces, cuando nace el dolor, brota el calmante del amor.
Ya era hora de escribir mi primera entrada de blog del año. Y comienzo dedicando mis palabras a los niños que pagan las consecuencias los mayores, de los sinsangre y sincorazón, y a la gente que trabaja en este mundo pintando arco iris en un cielo que parece empeñarse en teñirse de gris.
Juntos, llegaremos muy lejos y volaremos muy alto.
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