Cada noche, antes de acostarme, tengo la buena costumbre de retirar la colcha y la sábana y mirar debajo de la almohada por si hubiera algún bicho feo, como pudiera ser un alacrán. Es que me han contado casos en los que el horripilante bicho ha cometido fechorías en la cama. Por cierto, ese año solo he visto dos alacranes; uno pequeñito vivo y uno mediano muerto, así que estoy muy contenta y espero seguir con esa buena suerte, pero de todas formas, como un amigo me dijo, pongo las deportivas inclinadas no sea que se meta alguno dentro. Y siguiendo las recomendaciones de los lugareños, tengo sobres y terrones de azúcar, por si me picara alguno comérmelo para que se pasara el efecto. Ayer me encontré bajo la almohada con una especie de salamanquesa, que es amiga mía. No suele meterse ahí, pero estuvimos revolviendo la habitación para matar zancudos y yo creo que se asustó. Los zancudos son como lo que en España llamamos mosquitos, pero hay que tener cuidado porque hay una especie de zancudo que transmite el denge.
Lo que suelo encontrar en la cama siempre es lo que yo llamo “las hormigas guarras”. No, no es que se rebocen en estiércol. Son muy pequeñitas, la mitad de las hormigas pequeñas de España, pero están en todas partes y eso me pone mala. De la cama siempre tengo que quitarlas, y alguna vez al despertarme me he encontrado con alguna paseando por mi brazo. Si te apoyas en la mesa, están; si te vas a lavar las manos, están; si vas a echarte agua en el vaso, están… Yo creo que me habré comido alguna y seguro que no me he dado cuenta porque en la mesa están siempre. Hay otras que son como las pequeñas de España, pero si te muerden se te queda el mismo efecto que si te pica una ortiga (por experiencia propia). A esas las llamo súper- guarras. Qué mal me caen. Y luego están los zompopos, que este año he visto pocos. El año pasado una de esas cabezonas hormigas me mordió el pie y me hizo sangre; no te digo más.
También está lo que yo llamo el sapo-pato. Es un sapo que no sé cómo es, pero produce un sonido muy fuerte y repetitivo, no es como un pato, pero algo así.
Y hablando de bichos, voy a ser un poco bicho.
En Guatemala, como en toda América latina, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice.
Si dices “me voy a montar en coche”, vas a montar en cerdo. Si dices “voy a coger esto”, estás diciendo voy a… ejem, ejem, ejem. Si dices, “este chico es muy pijo”, en realidad le estás llamando pene. Y si comentas que en tu habitación hay un hueco, estás diciendo que hay un gay. Si dices “te he pisado”, eso es que has hecho… Lo mismo que coger, es decir, lo que se hace para tener hijos.
Sin embargo si a ti, buena mujer, te llaman zorrita, no tienes por qué ofenderte. Y se puede mantener la mala costumbre de decir coño porque aquí no significa nada. Como si ves a una que es muy guarra y así se lo manifiestas, no pasa nada.
Vamos que tienes que estar en tu paraiso con tanto bicho. Yo no podría qué asco!
ResponderEliminarPor cierto, después de leer tu informativo bicholar, por la noche soñé que me mordía en el dedo del pie una cucaracha de las que hay por aquí grandes y rojas, uagggggggg
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