Joseph es el seudónimo que se me acaba de ocurrir para un niño que hoy va a ser el protagonista.
Joseph es un niño al cual encontraron junto a su familia en una nave. Ha sido alumno mío durante unos meses y me sorprendía lo bien que cantaba y su entusiasmo. También se llevó alguna riña por meterse con sus compañeros y pasarse de la raya… Tras verle como alumno uno puede pensar que es un niño revoltoso.
Hoy pasaba por un lugar céntrico de Segovia y le he visto cantando ante unos adolescentes. Al verme, se ha parado, se ha sorprendido, se ha alegrado y ha empezado ha hablarme, a cantar, a contarme historias…
Me ha contado que ha acabado el colegio, me ha cantado alguna canción de Hanna Montana, me ha pedido 20 céntimos… Mi primera reacción ha sido decir que no tengo dinero. Me ha preguntado por su tutora (hace unos meses se cambió de colegio), me ha dicho que le diga que la quiere mucho, me ha preguntado por sus compañeros…
Yo le escuchaba atenta y le miraba a la cara, y también me he fijado en su ropa sucia, en su aspecto…
Pronto volverá a su país en autobús, me lo decía con pena… Y yo también he empezado a sentir pena. Hace unos meses le miraba como alumno, hoy le miraba como niño y trataba de meterme en su vida, de hacerme una idea… Me pregunto cuánto de lo que me ha contado será verdad, pero si me ha mentido lo entiendo, lo comprendo, porque su vida no es fácil y detrás de un niño problemático suele haber grandes problemas.
Finalmente he ido al kiosco con él.
- Ya no tienes el pelo rojo. – Me pregunta.
- Es que me he cambiado de color.
- Mira, me encanta el pelo de esa señora.
- Sí, es muy bonito.
- Mira yo lo tengo verde.
Pensé que se refería al pelo, pero eran sus ojos.
- ¿Qué quieres?
- Lo que tú digas.
Así que ha acabado con una bolsita con chucherías.
Y podría seguir contado… Le he dicho que tendría que hacer algo de música, tiene tanto talento…
Pero no todos tenemos las mismas posibilidades.
Me he despedido y me he ido con una sensación rara. Pronto me iré a Guatemala y resulta que no hace falta ir lejos para encontrar niños sin posibilidades, niños sin infancia, niños que mendigan por las calles…
He cogido el coche y me he ido, pero al pasar por donde he encontrado a Joseph he vuelto a mirar y me ha parecido verle hablando con gente mayor. Intuyo que su vida es mendigar un poco de atención y unos centimillos. Me inquieta su futuro y me gustaría hacer algo por él. Tal vez mañana vuelva a ese lugar a pasar un rato con él, pero quien verdaderamente va a enriquecerme es él a mí, no yo a él.
lunes, 28 de junio de 2010
viernes, 4 de junio de 2010
PELU
Siempre he soñado con tener el pelo azul como Lucía Bosé. Pronto me enteré de que para tener el pelo así hay que decolorarse y el tinte dura muy poco. Qué decepción.
Nunca he tenido una peluquera, en plan “voy a cortarme el pelu a mi pelu con mi pelu” (voy a cortarme el pelo a mi peluquería con mi peluquera).
De pequeña, como todos supongo, iba a donde me llevaba mi madre. De mayor comencé a emigrar de peluquería en peluquería. Cuando me hacían un corte que me gustaba seguía yendo, pero el día que no me gustaba cómo me había quedado ponía una X en mi lista de “pelus oscuras” y para la siguiente ocasión iba a otra cualquiera.
Hace un año pensé que por fin podría decir “voy a cortarme el pelu a mi pelu con mi pelu”.
Había unas chicas majas que formaban un buen equipo; yo quería darme mechas rojas y alisarme el pelo y sí, me gustaba salir con el pelito brillante y colorido… Lo malo es que después hay que volver cada dos por tres porque las hermosas mechas se aclaran y el pelo parece que se tornara en capullos de gusanos de seda.
Así que tuve que volver y lo llevaba mal, pues para ir a la pelu hay que tener muuuuuucho tiempo y muuuuuuucha paciencia. Así es como conocí a las pelus y podría haber dicho “voy a la pelu a que me corte el pelu mi pelu”, pero yo no soy chica “osea” y no me gusta hablar así.
Un día regresé para que me dieran lo que mis amigas entendidas denominan un baño de color. ¿Te imaginas bañándote en una bañera con agua azul? Pero el baño de color es para el pelu. Esta vez estaba la dueña de la pelu, y tras explicarla lo que quería hacerme, me dijo nosequé nosecuantas. Me fié de ella y salí con la misma raíz pero con unas mechas castaño oscuro que no me gustaron un pelu.
Conclusión: puse una X en mi lista de “pelus oscuras” y esperé que pasara el tiempo para ir a la siguiente.
Pelu nueva, pelu nuevo.
Entro, le explico lo que quiero… Y me doy cuenta de que además de la importancia de que me hagan caso es importante la delicadeza. La chiquilla parecía maja, aunque su look fuera horrible, pero me gustaría que ella tuviera el pelu rizado, se sentara en la silla giratoria reclinable ergonómica con reposapiés y le pasara yo el cepillo indiscriminadamente con ese garbo. Tal vez así se diera cuenta de que con una pizca de cuidado las cosas se hacen mejor y los clientes salen más contentos.
- ¿Quieres una revista? - Pregunta.
- Mmmmmmmmmmm… Sí, la de coches.
- ¿¿¿¿¿¿¿¿La de coches?????????
¿Qué pasa? Es que todas las mujeres que vamos a la pelu tenemos que leer revistas de cotilleo? ¿Es que ir a la pelu es sinónimo de amar la prensa rosa? ¿Es que los intelectuales no vamos a la pelu? Pues si, soy mujer y me niego a leer el HOLA, el ADIOS, el QMD… Para la próxima compraré el periódico antes de ir a la pelu.
La dueña de la pelu, tenía pinta de ser más delicada que su empleada a poco. Es de estas que hablan y hablan, y hablan… Le hablaba a su clienta, mientras la peinaba delicadamente, de la boda de la novia que se casó el sábado pasado.
- Hija, qué mono el peinado, qué mona iba la novia, qué monísimo el maquillaje, qué monada de vestido...
Y la otra contestaba:
- Ay sí, qué mono, qué monísima, qué monada…
- Voy a por las fotos para que la veas.
En unos minutos todas estaban en torno a la cámara digital salvo yo, que estaba en la silla giratoria reclinable ergonómica con reposapiés y me daba igual cómo fuera la novia, yo solo quería que me devolvieran mi color natural.
- Mira hija, para que veas tú también. – Me dice la pelu.
Me acerco a la pantallita de la cámara y veo un bulto con brillantes, supongo que sería el pelu de la novia, pero es que amigos, yo sin gafas veo poco.
Podría haber dicho “ay sí, qué mono, qué monísima, qué monada…”, pero sincera de mí digo:
- Pues no veo nada sin gafas.
- Ay, corazón, luego te lo enseñó para que lo veas…
¡Aaaaaaaaaaaaaaah!
Yo no voy a la pelu a hacerme amiga de la pelu mientras me cortan el pelu. No, no quiero que me cuenten su vida ni la de los demás, ni pienso contar la mía…
Por lo demás, me han hecho caso y me ha gustado cómo me han dejado.
Nunca he tenido una peluquera, en plan “voy a cortarme el pelu a mi pelu con mi pelu” (voy a cortarme el pelo a mi peluquería con mi peluquera).
De pequeña, como todos supongo, iba a donde me llevaba mi madre. De mayor comencé a emigrar de peluquería en peluquería. Cuando me hacían un corte que me gustaba seguía yendo, pero el día que no me gustaba cómo me había quedado ponía una X en mi lista de “pelus oscuras” y para la siguiente ocasión iba a otra cualquiera.
Hace un año pensé que por fin podría decir “voy a cortarme el pelu a mi pelu con mi pelu”.
Había unas chicas majas que formaban un buen equipo; yo quería darme mechas rojas y alisarme el pelo y sí, me gustaba salir con el pelito brillante y colorido… Lo malo es que después hay que volver cada dos por tres porque las hermosas mechas se aclaran y el pelo parece que se tornara en capullos de gusanos de seda.
Así que tuve que volver y lo llevaba mal, pues para ir a la pelu hay que tener muuuuuucho tiempo y muuuuuuucha paciencia. Así es como conocí a las pelus y podría haber dicho “voy a la pelu a que me corte el pelu mi pelu”, pero yo no soy chica “osea” y no me gusta hablar así.
Un día regresé para que me dieran lo que mis amigas entendidas denominan un baño de color. ¿Te imaginas bañándote en una bañera con agua azul? Pero el baño de color es para el pelu. Esta vez estaba la dueña de la pelu, y tras explicarla lo que quería hacerme, me dijo nosequé nosecuantas. Me fié de ella y salí con la misma raíz pero con unas mechas castaño oscuro que no me gustaron un pelu.
Conclusión: puse una X en mi lista de “pelus oscuras” y esperé que pasara el tiempo para ir a la siguiente.
Pelu nueva, pelu nuevo.
Entro, le explico lo que quiero… Y me doy cuenta de que además de la importancia de que me hagan caso es importante la delicadeza. La chiquilla parecía maja, aunque su look fuera horrible, pero me gustaría que ella tuviera el pelu rizado, se sentara en la silla giratoria reclinable ergonómica con reposapiés y le pasara yo el cepillo indiscriminadamente con ese garbo. Tal vez así se diera cuenta de que con una pizca de cuidado las cosas se hacen mejor y los clientes salen más contentos.
- ¿Quieres una revista? - Pregunta.
- Mmmmmmmmmmm… Sí, la de coches.
- ¿¿¿¿¿¿¿¿La de coches?????????
¿Qué pasa? Es que todas las mujeres que vamos a la pelu tenemos que leer revistas de cotilleo? ¿Es que ir a la pelu es sinónimo de amar la prensa rosa? ¿Es que los intelectuales no vamos a la pelu? Pues si, soy mujer y me niego a leer el HOLA, el ADIOS, el QMD… Para la próxima compraré el periódico antes de ir a la pelu.
La dueña de la pelu, tenía pinta de ser más delicada que su empleada a poco. Es de estas que hablan y hablan, y hablan… Le hablaba a su clienta, mientras la peinaba delicadamente, de la boda de la novia que se casó el sábado pasado.
- Hija, qué mono el peinado, qué mona iba la novia, qué monísimo el maquillaje, qué monada de vestido...
Y la otra contestaba:
- Ay sí, qué mono, qué monísima, qué monada…
- Voy a por las fotos para que la veas.
En unos minutos todas estaban en torno a la cámara digital salvo yo, que estaba en la silla giratoria reclinable ergonómica con reposapiés y me daba igual cómo fuera la novia, yo solo quería que me devolvieran mi color natural.
- Mira hija, para que veas tú también. – Me dice la pelu.
Me acerco a la pantallita de la cámara y veo un bulto con brillantes, supongo que sería el pelu de la novia, pero es que amigos, yo sin gafas veo poco.
Podría haber dicho “ay sí, qué mono, qué monísima, qué monada…”, pero sincera de mí digo:
- Pues no veo nada sin gafas.
- Ay, corazón, luego te lo enseñó para que lo veas…
¡Aaaaaaaaaaaaaaah!
Yo no voy a la pelu a hacerme amiga de la pelu mientras me cortan el pelu. No, no quiero que me cuenten su vida ni la de los demás, ni pienso contar la mía…
Por lo demás, me han hecho caso y me ha gustado cómo me han dejado.